Cuando a finales de noviembre los días se acortan presagiando la inminencia del invierno, la espesa mancha de pinos de la Morañega aparece adormilada bajo los mantos de nubes que barren con fina lluvia los serrejones y las laderas cubiertas de espesos matorrales. El suelo musgoso parece una alfombra henchida que rezuma humedad y en los troncos de los árboles, sobre las rocas graníticas y en los mohosos tocones del bosque rejuvenecen los líquenes y las setas aparecen por doquier. La espesura siempre verde del monte se adorna con los tonos ocres y rojizos de los castaños y los amarillos de los chopos que acompañan los pequeños arroyos hasta el fondo del valle. En el ambiente reinan la humedad y la quietud.
De pronto el silencio del monte, la monótona lluvia otoñal, quedan rotos por los disparos y los ladridos de los perros que levantan a los jabalíes de sus lugares de denso matorral, de sus trincheras naturales. Ha comenzado la inevitable matanza por diversión, el acoso y la agresividad en total desigualdad de condiciones. El enorme macho, aterrado, aprieta en su desbocada carrera arremete contra un espeso matorral de zarzas y espinales, dejando como único rastro de su paso el boquete irregular de su blindado cuerpo y se pierde ladera arriba.
El jabalí o sus scrofa es un mamífero de tamaño mediano, provisto de cabeza grande y alargada, en la que destacan unos ojos muy pequeños. De cuello poderoso y patas muy cortas (mas bajas las trasera que las delanteras). Aunque de mala vista, no es capaz de distinguir los colores, tiene un importante desarrollo del olfato y del oído. El olfato es un sentido muy desarrollado, de manera que le permite detectar alimento o enemigos a más de 100 metros de distancia, localizar hongos y otros vegetales bajo tierra. Sus pelos son gruesos y su color es muy variable y va desde colores grisáceos a negro oscuro pasando por colores rojizos y marrones. Es frecuente que en los ejemplares viejos menudeen las canas.
Habitante emblemático de los bosques mediterráneos destaca por su enorme poderío físico gracias a la enorme potencia de su tren delantero y por sus extraordinarias capacidades sensoriales. Especie ancestral, el jabalí, conserva en su anatomía numerosos caracteres primitivos, entre los que cuenta su dentición, compuesta por tres incisivos, un canino, y cuatro premolares. Las muelas presentan un relieve muy acusado, con numerosas protuberancias que permiten tanto la masticación de vegetales como de carne. Especialmente llamativos son los caninos, muy desarrollados sobre todo los inferiores, que llegan a alcanzar una longitud de hasta 20 cm, denominados vulgarmente “navajas”.
Son animales marcadamente sociales, girando toda su actividad en torno al grupo o piara. Las manadas están compuestas por grupos familiares de hembras con sus crías y dirigidas por el individuo de más edad. Los machos abandonan la piara cuando alcanzan la madurez sexual para llevar una vida errante y solitaria que solamente rompen durante el periodo de celo, aun cuando los individuos mayores suelen ir acompañados por un macho más joven conocido como el escudero. Las hembras, acompañadas de sus respectivas piaras, dedican gran parte del día a actividades con fines alimenticios, pues debe esforzarse en sacar por sí sola a su camada adelante. Para las piaras existen algunos lugares por los que el grupo siente especial querencia y que son visitados con frecuencia; estos puntos son los encames y charcas para el baño. Los encames consisten en depresiones del terreno-las trincheras-largas y estrechas, que están protegidas por densas marañas de arbustos y salientes rocosos, al abrigo de la lluvia, el viento o lo predadores. Cada grupo dispone de varios de estos encames a lo largo de su territorio favorito, usándolos alternativamente. Disponen, además, de puntos específicos dedicados al baño, que serán frecuentados en todo tiempo, aunque de manera más intensa en verano. Los baños de barro desempeñan un importante papel en la ecología de la especie, considerandose que tienen varias funciones. Así: aseguran su regulación térmica, en cuanto que el jabalí no suda al tener sus glándulas sodoríparas atrofiadas. De igual manera se ha considerado que los baños de barro tienen un importante papel en las relaciones sociales de la especie, e incluso se ha descrito un papel en la selección sexual, de modo que si mientras usan las bañas de barro todos los jabalíes, sin distinciones de sexo ni edad, durante la época de celo paracen reservadas casi exclusivamente a los machos adultos, de modo que se ha considerado, que estos baños pueden estar ligados a la persistencia de los olores corporales sobre un sustrato estable como el que proporciona una capa de barro adherida al pelo, sin olvidar las funciones de marca territorialista o incluso sanitarias para librarse de la multitud de parásitos y proporcionar a su epidermis un baño terapéutico. Tras una de estas sesiones higiénicas el jabalí se dirige al tronco de un árbol donde se refregara con fruición. Para estos menesteres los cochinos parecen sentir especial atracción por los pinos, probablemente por en intenso olor a resina que producen.
De pronto el silencio del monte, la monótona lluvia otoñal, quedan rotos por los disparos y los ladridos de los perros que levantan a los jabalíes de sus lugares de denso matorral, de sus trincheras naturales. Ha comenzado la inevitable matanza por diversión, el acoso y la agresividad en total desigualdad de condiciones. El enorme macho, aterrado, aprieta en su desbocada carrera arremete contra un espeso matorral de zarzas y espinales, dejando como único rastro de su paso el boquete irregular de su blindado cuerpo y se pierde ladera arriba.
El jabalí o sus scrofa es un mamífero de tamaño mediano, provisto de cabeza grande y alargada, en la que destacan unos ojos muy pequeños. De cuello poderoso y patas muy cortas (mas bajas las trasera que las delanteras). Aunque de mala vista, no es capaz de distinguir los colores, tiene un importante desarrollo del olfato y del oído. El olfato es un sentido muy desarrollado, de manera que le permite detectar alimento o enemigos a más de 100 metros de distancia, localizar hongos y otros vegetales bajo tierra. Sus pelos son gruesos y su color es muy variable y va desde colores grisáceos a negro oscuro pasando por colores rojizos y marrones. Es frecuente que en los ejemplares viejos menudeen las canas.
Habitante emblemático de los bosques mediterráneos destaca por su enorme poderío físico gracias a la enorme potencia de su tren delantero y por sus extraordinarias capacidades sensoriales. Especie ancestral, el jabalí, conserva en su anatomía numerosos caracteres primitivos, entre los que cuenta su dentición, compuesta por tres incisivos, un canino, y cuatro premolares. Las muelas presentan un relieve muy acusado, con numerosas protuberancias que permiten tanto la masticación de vegetales como de carne. Especialmente llamativos son los caninos, muy desarrollados sobre todo los inferiores, que llegan a alcanzar una longitud de hasta 20 cm, denominados vulgarmente “navajas”.
Son animales marcadamente sociales, girando toda su actividad en torno al grupo o piara. Las manadas están compuestas por grupos familiares de hembras con sus crías y dirigidas por el individuo de más edad. Los machos abandonan la piara cuando alcanzan la madurez sexual para llevar una vida errante y solitaria que solamente rompen durante el periodo de celo, aun cuando los individuos mayores suelen ir acompañados por un macho más joven conocido como el escudero. Las hembras, acompañadas de sus respectivas piaras, dedican gran parte del día a actividades con fines alimenticios, pues debe esforzarse en sacar por sí sola a su camada adelante. Para las piaras existen algunos lugares por los que el grupo siente especial querencia y que son visitados con frecuencia; estos puntos son los encames y charcas para el baño. Los encames consisten en depresiones del terreno-las trincheras-largas y estrechas, que están protegidas por densas marañas de arbustos y salientes rocosos, al abrigo de la lluvia, el viento o lo predadores. Cada grupo dispone de varios de estos encames a lo largo de su territorio favorito, usándolos alternativamente. Disponen, además, de puntos específicos dedicados al baño, que serán frecuentados en todo tiempo, aunque de manera más intensa en verano. Los baños de barro desempeñan un importante papel en la ecología de la especie, considerandose que tienen varias funciones. Así: aseguran su regulación térmica, en cuanto que el jabalí no suda al tener sus glándulas sodoríparas atrofiadas. De igual manera se ha considerado que los baños de barro tienen un importante papel en las relaciones sociales de la especie, e incluso se ha descrito un papel en la selección sexual, de modo que si mientras usan las bañas de barro todos los jabalíes, sin distinciones de sexo ni edad, durante la época de celo paracen reservadas casi exclusivamente a los machos adultos, de modo que se ha considerado, que estos baños pueden estar ligados a la persistencia de los olores corporales sobre un sustrato estable como el que proporciona una capa de barro adherida al pelo, sin olvidar las funciones de marca territorialista o incluso sanitarias para librarse de la multitud de parásitos y proporcionar a su epidermis un baño terapéutico. Tras una de estas sesiones higiénicas el jabalí se dirige al tronco de un árbol donde se refregara con fruición. Para estos menesteres los cochinos parecen sentir especial atracción por los pinos, probablemente por en intenso olor a resina que producen.
El jabalí es un animal de hábitos mas bien nocturnos que pasa el día en los encames anteriormente descritos. Según algunos especialistas, los jabalíes de mueven de forma muy metódica, siguiendo sendas y trochas habituales que ellos mismos practican hasta en la más intrincada vegetación.
A punto de entrar el invierno se desprenden las ultimas hojas muertas en las umbrías de los castañares y los viejos y solitarios verracos, atiborrados de bellotas, comienzan a abandonar las profundas espesuras en busca de las piaras matriarcales. Cuando localizan alguna, y si en el grupo no gobierna ningún otro macho, el recién llegado tomará posesión de las hembras fértiles, expulsando de la piara a los inmaduros. Si por el contrario los pretendientes son dos grandes ejemplares, es muy probable que la cuestión se dirima mediante encarnizados combates. Una vez establecida la jerarquía, los machos vencedores toman posesión de las hembras del grupo. Cuando todas las hembras de la piara han sido cubiertas, el verraco abandona el grupo y retoma su vida montaraz y solitaria.
La gestación dura alrededor de cuatro meses, produciéndose generalmente los partos a primeros de primavera donde tendrán lugar los alumbramientos de las cuatro o cinco crías. A veces pueden producirse hasta diez crías. En sus primeros días, los rayones rara vez abandonan el lecho de hojarasca en el que los deposito su madre, quien permanece largos periodos con ellos. En esta época la hembra se muestra especialmente agresiva y responde violentamente ante cualquier peligro.
El jabalí es un omnívoro que se alimenta de todo cuanto encuentra. Sería imposible pormenorizar en que consiste su dieta porque, sencillamente, toda cosa comestible lo es. Desde conejos a insectos, desde frutos a carroñas, pasando por grano, setas, reptiles, pollos o huevos, etc…Para acceder a estos alimentos, el cochino se vale de la sensibilidad de su jeta, con la que hoza prospectando sobre grandes superficies de suelo, levantando tierra y piedras en busca de alimento. Esta es una de las razones de su adaptabilidad a todo tipo de lugares siempre que disponga de una mínima cobertura de alimento, aunque prefiere los sitios con vegetación alta donde poder camuflarse y abunde el agua.
Exterminados por el hombre sus depredadores naturales ha motivado que la especie haya proliferado en exceso. Por otra parte el abandono generalizado del medio rural han permitido el desarrollo de densos matorrales y bosquecillos que, naturalmente, el jabalí ha a aprovechado como paridera y refugio. En ausencia de depredadores, las poblaciones de cochinos se disparan en todos los rincones para recordarnos que algo empieza a no marchar bien en nuestros bosques.
Quizá en épocas más remotas nuestros antepasados vettones encontraron en el jabalí una fuente inagotable de alimentación, aunque también hay una realidad mitológica, el jabalí es el emblema del guerrero celta. El jabalí efectivamente es el animal salvaje y arremetedor por excelencia y traduce bien la fogosidad, la tenacidad y la independencia característica de los pueblos celtas. En plan religioso, puede llegar a ser el emblema de un dios activo y creador, al mismo tiempo que el de un dios destructor. La ambigüedad del jabalí es patente debido a que es un animal útil, puesto que es la presa de caza, pero igualmente el destructor de cultivos y un temible salvaje, en sentido etimológico de la palabra. Era entonces normal que se hiciese de él un animal divino, o mejor dicho, una función divina representada simbólica y alegóricamente por dicho animal. Ese dios o mito recupera siempre las realidades que pueden ser cotidianas sin por eso perder su valor religioso, sobre todo en épocas en que nadie intentaría diferenciar lo sagrado de lo profano. Comer jabalí es, en cierta medida, apoderarse de una parte del poder divino, ya que necesariamente somos lo que comemos, y la calidad atribuida al animal del que nos alimentamos pasa de manera obligada al cuerpo de la persona que lo come. Una de las manifestaciones artísticas de los vettones son los verracos, esculturas de toros y cerdos, e incluso en algunas ocasiones jabalies, que se hallan esparcidas por todo el territorio que se supone la Vettonia.
Existen hipótesis que atribuyen a los verracos un significado relacionado con la ganadería y la división de las tierras, frente a quienes los consideran animales totémicos o monumentos sepulcrales. ¿Qué sabemos de los vettones que habitaron en nuestro valle? ¿Qué conocemos de su cultura? Apenas unas vagas referencias, unas ruinas perdidas aquí y allá. Y, sin embargo, a poco que indaguemos en el tema, descubriremos que existe al alcance de nuestros ojos un abundante e insustituible muestrario del arte escultórico vettón: los llamados 'verracos', esos animales de piedra que desde hace más de dos mil años aguardan nuestra visita en remotos parajes de la meseta castellana, obras únicas que, debido a su estado actual de dispersión, se hallan insuficientemente valoradas por parte del gran público. La verdad es que cada vez caben más serias dudas sobre el carácter sacro o sepulcral de los verracos, sin descartar que alguna talla en concreto hubiese podido representar algún numen o divinidad. La teoría de demarcación de zonas de pastos encaja con las esculturas de jabalíes con posibles zonas de caza y cabe suponer que alguna otra podría señalar zonas de cría y cebo para ganado porcino; sin contar con las puramente ornamentales o realmente sacras situadas en las entradas o en el interior de los poblados.
Existen hipótesis que atribuyen a los verracos un significado relacionado con la ganadería y la división de las tierras, frente a quienes los consideran animales totémicos o monumentos sepulcrales. ¿Qué sabemos de los vettones que habitaron en nuestro valle? ¿Qué conocemos de su cultura? Apenas unas vagas referencias, unas ruinas perdidas aquí y allá. Y, sin embargo, a poco que indaguemos en el tema, descubriremos que existe al alcance de nuestros ojos un abundante e insustituible muestrario del arte escultórico vettón: los llamados 'verracos', esos animales de piedra que desde hace más de dos mil años aguardan nuestra visita en remotos parajes de la meseta castellana, obras únicas que, debido a su estado actual de dispersión, se hallan insuficientemente valoradas por parte del gran público. La verdad es que cada vez caben más serias dudas sobre el carácter sacro o sepulcral de los verracos, sin descartar que alguna talla en concreto hubiese podido representar algún numen o divinidad. La teoría de demarcación de zonas de pastos encaja con las esculturas de jabalíes con posibles zonas de caza y cabe suponer que alguna otra podría señalar zonas de cría y cebo para ganado porcino; sin contar con las puramente ornamentales o realmente sacras situadas en las entradas o en el interior de los poblados.
Los reyes de Castilla, desde Alfonso XI, gustan de recorrer los pinares y riscos de estos parajes, con sus jaurías y monteros, a la caza del puerco y del oso. Alfonso XI conoce palmo a palmo estas tierras del Barranco y de Arenas y de ellas nos habla con fruición de buen cazador en su Libro de la Montería. Curiosamente muchos de los topónimos reseñados se conservan intactos en la región y han pasado a los mapas oficiales: Almoclón, Mesegar, La Figuera (La Higuera), Las Mocellas (Morcillas), Puerto del Pico, Puerto del Arenal, El Peón, La Cabrilla, Centenera, etc... El padre del que un día fue el Condestable Dávalos acompañó en muchas ocasiones al rey Alfonso XI, y es muy probable que su hijo, Ruy López, quedara entusiasmado con la bondad y riqueza cinegética del Barranco, sobre el que más tarde ejercería señorío con Enrique III. Don Alvaro de Luna, en multiples ocasiones, recorrió el Barranco en ruidosas y multitudinarías monterias junto a Juan II.
BIBLIOGRAFIA UTILIZADA
Borja Cardelús - La España Salvaje- 1996- Editorial Planeta-Barcelona
Juan Carlos Blanco- Mamiferos de España - 1998- Editorial Planeta- Barcelona
Francois Mountu / Christian Bouchardy -Los mamiferos en su medio -1992- Plural de Ediciones S.A. -Barcelona
Mombeltrán- Historia de una Villa Señorial (1973) Eduardo Tejero Robledo - Ediciones S.M. - Madrid
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