sábado, 19 de enero de 2008

EL BARRANCO, CAMINO DE LA CAÑADA REAL LEONESA OCCIDENTAL



La actividad trashumante es probablemente tan antigua como los propios pueblos montañeses y ha llegado casi sin modificaciones apreciables hasta los albores de nuestros días. Su larga persistencia se ha basado en dos hechos fundamentales: la existencia de extensos pastizales y de un colectivo humano que pronto se especializaría en el pastoreo cíclico. La resolución neolítica del VII a.C. pasa por ser la causante directa de la sedentarización del hombre primitivo, cuya economía pasaría a basarla en la agricultura y la ganadería y la sociedad tribal a estratificarse en clases y jerarquías. Desaparecieron así buena parte de los nómadas y cazadores y con ello la inseguridad en la búsqueda del sustento material y la incertidumbre de la vida.
Los grandes contrastes existentes dentro de la Península Ibérica en altitud, clima y suelo unidos a la disponibilidad de amplias superficies de pastos propiciaron desde tiempos remotos, el aprovechamiento de los recursos complementarios, a veces muy distantes entre si, mediante la ganadería trashumante.
Las cañadas nacieron para canalizar los movimientos de ganado entre las zonas montañosas (agostaderos) y las más bajas o extremos (invernaderos). Su primera referencia escrita se remonta a los siglos VI y VII aunque con toda seguridad ya existían antes. Su importancia fue en aumento acorde con el desarrollo de la ganadería.
En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio creó el Honrado Concejo de la Mesta, que protegía y regulaba la actividad ganadera. El papel que jugo la Mesta en la sociedad medieval fue sin duda de primer orden. La asociación velaba por los intereses de todos los trashumantes y mediaba ante la Monarquía en los conflictos que se planteaban. El papel de la Hermandad se vio reforzada por el impulso que los sucesivos monarcas dieron al comercio lanar. Con los Reyes Católicos se abolieron los arbitrios y peajes que encarecían los desplazamientos de las reses y se reglamentó el cobro del servicio y montazgo en los puertos reales.
Las rutas de la trashumancia aprovechaban los mejores pasos naturales (puertos de montaña, vados, puentes, etc…) Para atravesarlos debían tributar peajes de portazgos, pontazgos, barcas, al igual que hacían otros sectores con quienes mantuvieron a veces ciertas tensiones, como los arrieros y carreteros, acogidos a la institución de la Cabaña Real de Carreteros, que gozó también de exenciones y privilegios reales.
La Cañada Leonesa Occidental, en sus inicios, recoge principalmente los ganados de los puertos situados en la cuenca alta de los ríos Bernesga y Torio en la montaña central. Los diferentes cordeles y veredas que la forman se dirigen hacia la ciudad de León, la bordean y se unen en Puente Castro antes de cruzar el Torio. Continúa por el puente Villarente, donde se le une una importante cañada procedente de Valdelugueros y Puebla de Lillo que desciende por La Vecilla. Continúa por Mayorga de Campos, donde se une otro cordel procedente de las montañas de Riaño, Medina de Rioseco, Tordesillas, donde cruza el Duero, Medina del Campo y Arévalo.
Cruza, a continuación, la sierra de Gredos por los puertos de Menga y El Pico y desciende hacia el valle del Tietar y Navalmoral de la Mata, por El Barranco de las Cinco Villas, para cruzar el Tajo por el puente de Almaraz. Atraviesa el puerto de Miravete y, ya en Trujillo, se le incorpora la cañada Vizana. Después de cruzar el río Guadiana en Medellín, muere en las proximidades de Segura de León en la provincia de Badajoz.
Brevemente detallaremos su paso por El Barranco:
Desde lo alto del puerto del Pico, donde existe un amplio descansadero y fuentes, los pastores tienen una excepcional visión sobre El Barranco de las cinco Villas, el valle del Tietar y las extensas llanuras abulenses y toledanas. Los rebaños de ovejas y las vacas avileñas que en gran número utilizan anualmente esta ruta, desciende por la antigua calzada romana, bien conservada, con un trazado único por su belleza y singularidad. Fue un camino romano de segundo orden, diseñado probablemente sobre una ruta ibérica. Debieron utilizarla las legiones romanas en sus luchas contra las tribus celtas – vetonas y lusas- que habitaron estos lugares. En el descenso cruza por dos veces la carretera que hace amplias curvas y, la segunda vez, deja a la derecha la Venta Granizo o Gorronal, hoy convertida en vivienda, donde existe un descansadero que las vacas avileñas aun utilizan para hacer noche o coger fuerzas para la brusca subida.
La Cañada Leonesa Occidental, en su descenso, bordea el pueblo de Cuevas del Valle, pasa junto al rollo o picota y al lado de las ermitas de San Antonio y de Nuestra Señora de las Angustias. Gira a la derecha, cruza el Pontón sobre el arroyo y desciende hacia el cementerio para enlazar con la carretera. Continua un tramo por ella y se desvía a la izquierda para bordear la Villa de Mombeltrán, esta vez por el este, por la parte baja, en las proximidades del río, entre huertos y prados. Por encima del cordel destaca la estampa vigilante de la fortaleza medieval de los duques de Alburquerque. Pasa el puente Sequeros y sale de nuevo a la carretera junto a la desviación a Santa Cruz del Valle. Sigue un tramo por ella, pasando junto a las ruinas de la parroquia del despoblado de Arroyo-castano, el cual tuvo una gran relevancia cuando en 1465 el rey Enrique IV traslado los derechos de montazgo a este lugar procedente de Ramacastañas para beneficiar a su valido D. Beltrán de la Cueva. Arroyo-castaño llego a contar con una población de 31 vecinos. Seguidamente se desvía a la izquierda para descender hacia Ramacastañas por la margen derecha del río Ramacastañas o Prado Latorre que no es otro que la garganta del puerto. Los trashumantes suelen pernoctar en el lugar llamado Prados Abiertos. En Ramacastañas los rebaños suelen abrevar y descansan en las amplias praderas de sus márgenes. En este brusco descenso, desde el puerto del Pico hasta Ramacastañas (desde el puerto del Pico hasta Cuevas del Valle se descienden 800 m.) los pastores observan el cambio radical que se produce en el clima y vegetación respecto al otro lado de la sierra. Atrás quedan las sierras, el frío y los terrenos pobres. Después prosiguen su camino hacia tierras toledanas y extremeñas
.

jueves, 17 de enero de 2008

EL VIGIA DEL BARRANCO: CASTILLO DE MOMBELTRÁN

Para comprender, tanto en una primera época, el emplazamiento de la villa, como posteriormente la idoneidad y el acierto de la ubicación de la fortaleza quizás sea necesario un breve recordatorio acerca de donde nos encontramos y las connotaciones que conllevaba. La colosal espina montañosa que atraviesa el sur de la provincia de Ávila de Este a Oeste, con alturas superiores a los 2000 metros constituye una muralla natural entre ambas submesetas, haciendo muy complicado su paso, salvo por los puertos de montaña, no exentos de dificultades en épocas invernales.
Esta realidad marca la importancia natural e histórica de lo que conocemos como “El Barranco”. En una extensión de más de 100 Km., entre el Valle del Jerte y el Valle del Alberche, el Puerto del Pico es el paso natural que mejor sirve para poner en comunicación las altas tierras de Castilla con las tierras de Toledo y Extremadura. Mombeltran, que debe su nombre a D. Beltrán de la Cueva, se llamaba anteriormente Colmenar de las Ferrerías ó de Arenas y parece ser que en el lugar donde hoy se levanta el castillo hubo anteriormente una torre fortaleza ó especie de atalaya fortificada, ya que en la obra de Francisco de Asís Veas Arteseros editada por la Universidad de Murcia “Itinerarios de Enrique III”, hace referencia de un viaje del citado monarca fechado en 1393 y ya cita que habia una fortaleza en El Colmenar de Arenas. Puestos a hacer conjeturas podría pensarse que pudiera haber existido alguna torre defensiva, y que posteriormente hubiese formado parte del castillo que hoy conocemos y cuya propiedad podría atribuirse a Ruy Lopéz Dávalos.
En 1422 la villa es entregada al infante don Juan de Aragón, rey de Navarra, a quien se la confiscan en 1431 para entregársela a Álvaro de Luna. A la muerte de este, en 1453, Juan II de Castilla otorga la villa a la viuda de Álvaro de Luna, Juana de Pimentel (La triste condesa). Sin embargo en 1461 Enrique IV se la quita y la dona a don Beltrán de la Cueva. Los estados de los Duques de Alburquerque tienen su origen en las donaciones que el primer duque don Beltrán de la Cueva, valido de Enrique IV, obtiene de este rey en los años 60´del siglo XIV. La capital de su señorio estaba en Cuellar, y dentro de Castilla León, tenia también fortalezas en Roa, Ledesma, Peñalcazar, Torregalindo, Mombeltrán y La Adrada, estas dos últimas de vital importancia para el control de comunicación de la meseta norte con Toledo.
El castillo se alza en un otero y junto al río Vita, afluente del Ramacastañas, desde el cual se divisa todo el valle. Se construye en las afueras del pueblo separado por lo que entonces se llamaba el sitio de La Cebada, hoy conocido por el jardín de la Soledad. Para las obras del castillo se destinaron las rentas del montazgo obtenidas en Arroyo Castaño. Beltrán de la Cueva lo manda construir y se realiza entre 1462 y 1474, aunque parece probable que no fue habitado hasta 1480.
Se valió para ello de las rentas del montazgo que se cobraba a los ganados que atravesaban el Puerto del Pico. Con estos ingresos D. Beltrán pudo pagar la mano de obra especializada que se hallaba realizando la cantería en la obra de su construcción. También fue necesaria la aportación obligada de los vasallos del hasta hacia poco Colmenar y que paso a llamarse Mombeltrán: los vecinos del pueblo tuvieron que trabajar en el transporte y acarreo de piedras y los diversos materiales utilizando para ello sus carretas, lo que generó no pocos conflictos entre el Duque y sus vasallos a los cuales no les hacia ninguna gracia trabajar gratis.
Las obras de la Iglesia tuvieron que paralizarse a fin de dar prioridad al castillo. Posteriormente se realizaron obras en el siglo XVI, lo que transformo de manera ostensible la rustica fortaleza original en un palacio acondicionado para poder servir como residencia de los duques.
Su estructura se vio afectada en los primeros años del siglo XVI, cuando el II Duque de Alburquerque, don Francisco Fernández de la Cueva elimino el puente levadizo, abrió con toda probabilidad los balcones y relleno el foso con un talud. Además, algunos autores apuntan a que la construcción de la portada renacentista, en donde el Duque puso el escudo y la corona ducal, obedecieron a que la nobleza castellana se vio en la necesidad de reforzar sus fortalezas contra los posibles levantamientos populares en época de las Comunidades. Precisamente el lugar donde se construyó la citada portada era el frente más vulnerable del castillo.
En la segunda etapa constructiva (realizada por el II Duque don Federico de la Cueva) corresponde la antepuerta curva adosada al lienzo norte de la barrera, cuyo acceso esta flaqueado por dos borjes dotados de las mismas troneras de palo y orbe que ya aparecen en los merlones y antepechos de los adarves y terrados.
Precisamente a esa barrera ó falsabraga se le adosó exteriormente un alambor de corto releje (60º) que alcanza las tres quintas partes de su altura, supuestamente para reforzarla contra los efectos de la pirobalística, pero que sorprendentemente está ahuecado por el recorrido de una manga perimetral, aparentemente inútil, y que en cualquier caso debió debilitar considerablemente al mencionado alambor.

La obra principal del castillo, el actual recinto interior, presenta en su entrada un grupo de tres escudos idénticos a los que aparecen en la puerta del castillo de Cuellar. Los escudos representan las armas reales de Castilla León, las de Beltran de la Cueva y las que tuvo su primera mujer, Mencia de Mendoza, con la que estuvo casado entre 1462 y 1476, fechas mas que probable en que debió construirse este recinto principal.
Algunos especialistas hablan de la falta de remate de la torre del homenaje e indican que la obra no llego a terminarse, pues bien, hay testimonios de que el tejado que cubría la torre del homenaje se desescombro durante la segunda mitad del siglo pasado y los restos de escombro de ese trabajo pueden apreciarse al pie de la Torre del Homenaje en el paseo de la liza, junto a la entrada del castillo citada anteriormente. En 1462 el rey expide una cédula en la que ordena que la villa de Colmenar de las Arenas se llame en adelante Mombeltrán.
El castillo de Mombeltrán se ha atribuido al arquitecto Juan Guas, especialmente por el parecido de los canecillos del almenaje con los del castillo de Manzanares el Real. La muerte de Enrique IV, en 1974, provocó que Juana Pimentel reclamase a la nueva reina , Isabel la Católica, sus derechos sobre Mombeltran, alegando la injusticia de la confiscación sufrida por orden del monarca anterior.
Pese a que en 1475 Beltrán llega a un acuerdo con Juana de Pimentel y con Juan II de Aragón, que también había reclamado sus derechos, y pese a que, en 1476, Isabel la Católica confirma el señorío a Beltrán de la Cueva, la incertidumbre sobre su dominio pudo acelerar la terminación de las obras, especialmente la barrera artillera en la que aparecen ya los escudos de su segunda mujer, Mencia Enríquez de Toledo. La muerte de esta, en 1479, marca claramente la cronología posible de la barrera que, sin embargo, pudo haberse comenzado antes de 1476. A la conservación de los estados de Beltrán de la Cueva al llegar al trono la princesa Isabel, con la que el duque de Alba había mantenido cierto enfrentamiento, no fue ajena la política matrimonial de este, al casar con una hija del duque de Alba.
En este sentido cabe interpretar que la dote que otorga Beltrán a su esposa incluya la hipoteca de Mombeltran y que en 1477 obtuviera privilegio de Fernando el Católico para fundar nuevo mayorazgo con la villa de Mombeltran a favor de los hijos que pudiera tener con la hija del duque de Alba (Dñª. Mencia Enríquez de Toledo), en contra de los derechos de su primogénito. La muerte de su segunda esposa sin hijos no impide al duque seguir utilizando Mombeltran como pago de su política matrimonial y casa de nuevo con Dñª. Maria de Castilla, hija de los influyentes Condestables de Castilla. En 1482 otorga mayorazgo con los hijos pudiera tener con su tercera esposa. Sin embargo, en 1483, Beltrán declara que este nuevo mayorazgo, en contra de los derechos de su primogénito, no había sido hecho por “su voluntad”. A la muerte de don Beltrán en 1492, el castillo de Mombeltran es ocupado por la viuda, que pretende defender así los derechos de su hijo, Cristóbal de la Cueva. El primogénito Francisco de la Cueva, II duque de Alburquerque, se ve forzado entonces a permutar su villa de Roa por Mombeltran, en un acuerdo que provocará grandes recelos entre el nuevo duque y su madrastra.
El refuerzo de la barrera (alambor) con un nuevo chapado en cuyo interior se aloja una galería perimetral, podría atribuirse a este II duque y coincide con las obras de refuerzo ejecutadas en el castillo de Cuéllar, también propiedad del Duque. Durante la revuelta de la Comunidades ”los de la villa de Mombeltrán e su tierra comenzaron a hacer las alteraciones” hasta que en 1521, “se asosego la cidad de Toledo” . Estos disturbios obligaron al duque a gastar mientras duró la contienda 448.588 maravedies en abastecer y pertrechar la fortaleza, desplazando incluso tropas desde Cuellar. En 1526, a la muerte de Francisco de la Cueva, habia en el castillo diversa artilleria, entre las que destacan “veinte y seis escopetas con un par de moldes para las pelotas y con veinte y tres bolsas para la polvora, dos espingardones antiguos, una lombarda mediana con su servidor, cinco tiros (cuatro medias lombarderas y un pasamuros), sos mosquetes de metal, mas diez y seis libras de pelotas de plomo para escopetas”
Don Beltrán de la Cueva levanta la fortaleza no solo como baluarte de contención para los que pasaran el puerto del Pico ó subían de Toledo y Extremadura en plan bélico, sino como mansión aseguradora de sus dominios. Don Beltrán contó con la forzada colaboración de sus vasallos que fueron obligados al acarreo y transporte de materiales, llevando sus carretas a requerimiento del Duque. El castillo nunca conoció acciones guerreras y en este sentido es una empresa frustrada. Durante siglos fue habitado esporádicamente por los Duques de Alburquerque. La cosecha de vino que se recolectaba en la dehesa anexa se almacenaba en las cuevas, aun hoy existentes, adjuntas al castillo. Algunas fuentes nos hablan de que en el paseo de la liza ó ronda hubo naranjos, hoy desaparecidos. Entre las obligaciones del alcaide de la fortaleza estaba la de enviar al señor el fruto de los mismos.
El castillo de Mombeltran se ha atribuido al arquitecto Juan Guas, especialmente por el parecido de los canecillos del almenaje con los que se atribuyen a este arquitecto en el castillo de Manzanares el Real. La disposición en planta de la obra y especialmente la barrera, sin torres, y adaptándose perfectamente al perímetro del cuerpo central, recuerda a la planta del castillo madrileño y a los restos aparecidos en Alba de Tormes. La presencia de diferentes escudos, correspondientes a la primera y segunda mujer de don Beltrán de la Cueva, podría indicar que el cuerpo principal y la barrera son dos fases constructivas independientes.
Las últimas obras hechas ya con el II duque, Francisco de la Cueva, podrían corresponder al chapado de la barrera, con su galería intramuros (sotierra), heredera de las galerías del castillo de la Mota, aunque de proporciones mucho menores. Este reforzamiento de las defensas debió incluir también una barbacana semicircular delante de la puerta de la barrera con acceso desenfilado respecto a ésta, para evitar que pudiera ser alcanzada por la artillería.
La puerta de esta barbacana, con las torrecillas ó garitones sobre lampeas, hoy semienterradas, debió ser reformada no ejecutada de nuevo, a partir de 1734 por Francisco de la Cueva, XI duque de Alburquerque, casado en ese año con Dña. Agustina Ramona de Siva, por cuanto el escudo que campea en la puerta corresponde a este matrimonio. El patio palacial, donde también aparece el mismo escudo, debió de hacerse en esta época y las causas de una reforma tan tardía en una fortificación medieval pueden estar relacionadas con la enfermedad que obligo al duque a vivir retirado en el campo hasta el día de su muerte en 1757.
El castillo de Mombeltrán es un edificio histórico del siglo XV con detalles artisticos propios de la época medieval, del esplendor de los de la Cueva, la familia que decidió construirlo para su uso y disfrute. Los villanos ha observado con indiferencia el progresivo deterioro de la fortaleza que ellos mismos construyeron soportando impuestos leoninos y acarreando piedras y otros materiales durante años sin recibir nada a cambio. Sus dueños actuales "pasan" del castillo y de su historia (ni comen ni dejan comer, como dicen en mi pueblo) con lo que posiblemente la única salida al respecto sea la expropiación, proceso largo, complicado y costoso para un ayuntamiento carente de sensibilidad, presupuesto e ideas y sobrado de ambiciones personales, pero que devolvería el edificio a los verdaderos dueños morales: los vecinos de la Villa de Mombeltrán.



EL BARRANCO


El Barranco es un profundo valle situado en la vertiente meridional de la Sierra de Gredos. Su altitud, de 500 metros en la parte más baja, en el surco por donde la garganta de Ramacastañas se abre camino hasta el Tietar, alcanza los casi 1400 metros en el Puerto del Pico y los 2028 en el pico del Torozo. Un desnivel de 1500 metros en apenas 15 Kilómetros de distancia.


Las líneas de cumbres dispuestas en forma de cuadrilátero irregular, cierran el valle y lo definen y delimitan. Al norte queda la cadena principal de Gredos en el tramo que va desde el risco de las Morrillas, pasando por el Puerto del Pico hasta el Puerto de Serranillos. Al Oeste, y desde el ya citado Risco de las Morrillas se desprende, en dirección norte-sur, un cordal que separa el valle del Barranco de la cuenca del río Arenal y cutas alturas más importantes son el Cerro de las Campañas, el collado de la Centenera, el cerro de Las Cabezas y la Penca, a partir de la cual pierde rápidamente altura hasta el cerro de las Morcillas y la cuerda del Brezo.

Al Este, cierra el valle un cordal que, con dirección noroeste-suroeste, se desprende de la cadena principal del macizo oriental de Gredos y se denomina Sierra de Cabeza Aguda. Actúa como divisoria de aguas con la garganta Elisa, y va perdiendo progresivamente altura hacia el Sur, por la Sierra de la Abantera y el cerro del Almoclón.

Así, el valle queda perfectamente delimitado por la línea de cumbres de las sierras que lo rodean. Es un valle cerrado, abrigado, orientado al Sur lo cual le confiere unas características geológicas, morfológicas y climáticas ideales, que han contribuido a definir un medio natural cuyas posibilidades de aprovechamiento han ido condicionando las formas de vida, usos y costumbres de los hombres y mujeres que lo han habitado a lo largo de la historia. La morfología del valle y su orientación, los condicionamientos del clima y de los suelos, han propiciado la existencia en el Barranco de una vegetación de extraordinaria riqueza caracterizada tanto por la variedad de especies como por su cantidad y densidad.

Su clima, templado y suave en invierno y fresco y aireado de dulce brisa en verano. Su primavera es pluviosa, cual corresponde a la zona húmeda y templada de la depresión del Tajo. Su otoño, para mí la mejor estación, aúna la deliciosa temperatura media a los melancólicos tonos verdes pálidos y ocres-rojizos, amarillentos, de los pinares, olivares, castaños y robles que en abundancia pueblan montes y praderas de nuestro pueblo. Son excelentes y muy numerosos los arroyos, y sus aguas cantan y riegan por doquier lánchales y pequeños huertos. Componen su paisaje toda la variedad de la flora y fauna, no sólo mediterránea, sino subtropical de la Península. Su orografía es áspera, pero no agria; prueba de ello es la adaptación de árboles como el limonero, naranjo, níspero, etc. Su clima, templado y suave en invierno y fresco y aireado de dulce brisa en verano, bien podemos agradecérselo a la Naturaleza. Su primavera es pluviosa, cual corresponde a la zona húmeda y templada de la depresión del Tajo. Son excelentes y muy numerosos los arroyos, y sus aguas cantan y riegan por doquier lánchales y pequeños huertos. Componen su paisaje toda la variedad de la flora y fauna, no sólo mediterránea, sino subtropical de la Península. Su orografía es áspera, pero no agria; prueba de ello es la adaptación de árboles como el limonero, naranjo, níspero, etc.




LAS TUMBAS DE LA MORAÑEGA


El enterramiento de los cadáveres se remonta a la edad más remota de la historia de la humanidad. Las necrópolis se situaban normalmente fuera de los asentamientos humanos, no muy alejados de los mismos. Poco o nada sabemos acerca del origen de esta necrópolis asentada entre el río del Horcajo y el arroyo Mariblanca, a los pies del Risco de las Morrillas en el termino municipal de Cuevas del Valle, en el Barranco de las cinco Villas. El lugar enclavado en un bello paisaje entre pinos y castañares ofrece un paisaje pintoresco y atractivo, no exento de cierto toque de magia.

Todo parece indicar que se trata de un testimonio funerario del medievo cristiano y pudiera datarse entre los siglos VIII y XI, atendiendo a la tipología de los enterramientos de lajas y una de ellas labrada en piedra. Sobre los orígenes de las tumbas antropomorfas no contamos con datos realmente fidedignos, sean cristianos o árabes para posibilitar la fecha de origen.

Si atendemos a la orografía del lugar vemos claramente que la necrópolis se halla en una pequeña elevación del terreno, una de las características de algunas necrópolis vettonas y que mas tarde pudiera haber sido reutilizado en el medievo. Los vettones tuvieron presencia en el Barranco de las Cinco Villas como lo atestiguan testimonios relativamente cercanos a la ubicación de estas tumbas.

Los restos de una construcción cercana pudieran tratarse de una ermita, ya que la tradición cristiana nos constata los enterramientos en torno a las mismas. La ubicación señala que los cadáveres se colocaban con la cabeza a occidente y los pies al este, siendo esto una peculiaridad más de los enterramientos cristianos, en función de la ciudad de Jerusalén (situada al Oriente)

Si observamos las tumbas detenidamente nos daremos cuenta de su sencillez lo que puede determinar que los usuarios eran gente llana y seguramente serian reutilizadas en el tiempo debido a que estamos hablando de una época de grandes beligerancias en donde muchos poblados eran itinerantes y se dedicaban primordialmente a la caza y a la ganadería.

Tengamos en cuenta, además, que al comienzo del medievo el rito fúnebre era muy austero y sencillo y a los muertos solamente se les dotaba de un sudario o túnica. No era costumbre dejar ofrendas funerarias. La tradición pagana de sepultar a los difuntos con sus objetos se abandonó aproximadamente en el siglo VIII, a medida que la conversión al cristianismo se fue implantando.

Es a partir del siglo XII cuando comienzan a enterrarse con algunos ajuares. Por los datos de que dispongo podemos saber que la edad media de vida de aquellos tiempos se situaba entre los 37 a 47 años en los hombres y un poco mas corta en las hembras. Por el tamaño de las tumbas la estatura media no sobrepasaba el 1,60 – 1,65 metros.

Existen dudas razonables acerca de si los enterramientos son cristianos o pudieran tratarse de enterramientos islámicos. Al no disponer de restos, imagino que no han podido llevarse a cabo estudios al respecto, ya que la disposición de los cadáveres es un dato de suma importancia a la hora de determinar la autoría. De cubito lateral era la forma de enterramiento musulmán y la de cubito supino era la cristiana. Fuentes arqueológicas y pictóricas apuntan a que las mujeres eran las responsables de preparar al difunto para el entierro. Las mujeres en la Edad Media se enfrentaban a la muerte con mucha frecuencia. La sepultura era una expresión valiosa de afirmación femenina a través de la cual las mujeres del medievo podían seguir cuidando de sus seres queridos, no solo al nacer y durante la vida, sino también al morir. Las mujeres en la Edad Media se enfrentaban diariamente a la elevada mortandad infantil.

La mortalidad infantil se situaba en torno al 50% aunque es escasa la representación de recién nacidos y criaturas en las excavaciones de cementerios medievales, aunque es la única categoría de sepultura medieval que esta caracterizada por una posición especial del cuerpo. La posición normal en los adultos era boca arriba con el cuerpo estirado, mientras que a las criaturas los colocaban normalmente de lado, en la posición natural de dormir.

Según las creencias cristianas medievales, los muertos continuaban existiendo después de que el cuerpo hubiera expirado. Desde finales del siglo XII en adelante, la creencia religiosa en el Purgatorio tuvo profundas implicaciones sociales y económicas entre los vivos y los muertos.