El enterramiento de los cadáveres se remonta a la edad más remota de la historia de la humanidad. Las necrópolis se situaban normalmente fuera de los asentamientos humanos, no muy alejados de los mismos. Poco o nada sabemos acerca del origen de esta necrópolis asentada entre el río del Horcajo y el arroyo Mariblanca, a los pies del Risco de las Morrillas en el termino municipal de Cuevas del Valle, en el Barranco de las cinco Villas. El lugar enclavado en un bello paisaje entre pinos y castañares ofrece un paisaje pintoresco y atractivo, no exento de cierto toque de magia.
Todo parece indicar que se trata de un testimonio funerario del medievo cristiano y pudiera datarse entre los siglos VIII y XI, atendiendo a la tipología de los enterramientos de lajas y una de ellas labrada en piedra. Sobre los orígenes de las tumbas antropomorfas no contamos con datos realmente fidedignos, sean cristianos o árabes para posibilitar la fecha de origen.
Si atendemos a la orografía del lugar vemos claramente que la necrópolis se halla en una pequeña elevación del terreno, una de las características de algunas necrópolis vettonas y que mas tarde pudiera haber sido reutilizado en el medievo. Los vettones tuvieron presencia en el Barranco de las Cinco Villas como lo atestiguan testimonios relativamente cercanos a la ubicación de estas tumbas.
Los restos de una construcción cercana pudieran tratarse de una ermita, ya que la tradición cristiana nos constata los enterramientos en torno a las mismas. La ubicación señala que los cadáveres se colocaban con la cabeza a occidente y los pies al este, siendo esto una peculiaridad más de los enterramientos cristianos, en función de la ciudad de Jerusalén (situada al Oriente)
Si observamos las tumbas detenidamente nos daremos cuenta de su sencillez lo que puede determinar que los usuarios eran gente llana y seguramente serian reutilizadas en el tiempo debido a que estamos hablando de una época de grandes beligerancias en donde muchos poblados eran itinerantes y se dedicaban primordialmente a la caza y a la ganadería.
Tengamos en cuenta, además, que al comienzo del medievo el rito fúnebre era muy austero y sencillo y a los muertos solamente se les dotaba de un sudario o túnica. No era costumbre dejar ofrendas funerarias. La tradición pagana de sepultar a los difuntos con sus objetos se abandonó aproximadamente en el siglo VIII, a medida que la conversión al cristianismo se fue implantando.
Es a partir del siglo XII cuando comienzan a enterrarse con algunos ajuares. Por los datos de que dispongo podemos saber que la edad media de vida de aquellos tiempos se situaba entre los 37 a 47 años en los hombres y un poco mas corta en las hembras. Por el tamaño de las tumbas la estatura media no sobrepasaba el 1,60 – 1,65 metros.
Existen dudas razonables acerca de si los enterramientos son cristianos o pudieran tratarse de enterramientos islámicos. Al no disponer de restos, imagino que no han podido llevarse a cabo estudios al respecto, ya que la disposición de los cadáveres es un dato de suma importancia a la hora de determinar la autoría. De cubito lateral era la forma de enterramiento musulmán y la de cubito supino era la cristiana. Fuentes arqueológicas y pictóricas apuntan a que las mujeres eran las responsables de preparar al difunto para el entierro. Las mujeres en la Edad Media se enfrentaban a la muerte con mucha frecuencia. La sepultura era una expresión valiosa de afirmación femenina a través de la cual las mujeres del medievo podían seguir cuidando de sus seres queridos, no solo al nacer y durante la vida, sino también al morir. Las mujeres en la Edad Media se enfrentaban diariamente a la elevada mortandad infantil.
La mortalidad infantil se situaba en torno al 50% aunque es escasa la representación de recién nacidos y criaturas en las excavaciones de cementerios medievales, aunque es la única categoría de sepultura medieval que esta caracterizada por una posición especial del cuerpo. La posición normal en los adultos era boca arriba con el cuerpo estirado, mientras que a las criaturas los colocaban normalmente de lado, en la posición natural de dormir.
Según las creencias cristianas medievales, los muertos continuaban existiendo después de que el cuerpo hubiera expirado. Desde finales del siglo XII en adelante, la creencia religiosa en el Purgatorio tuvo profundas implicaciones sociales y económicas entre los vivos y los muertos.
Todo parece indicar que se trata de un testimonio funerario del medievo cristiano y pudiera datarse entre los siglos VIII y XI, atendiendo a la tipología de los enterramientos de lajas y una de ellas labrada en piedra. Sobre los orígenes de las tumbas antropomorfas no contamos con datos realmente fidedignos, sean cristianos o árabes para posibilitar la fecha de origen.
Si atendemos a la orografía del lugar vemos claramente que la necrópolis se halla en una pequeña elevación del terreno, una de las características de algunas necrópolis vettonas y que mas tarde pudiera haber sido reutilizado en el medievo. Los vettones tuvieron presencia en el Barranco de las Cinco Villas como lo atestiguan testimonios relativamente cercanos a la ubicación de estas tumbas.
Los restos de una construcción cercana pudieran tratarse de una ermita, ya que la tradición cristiana nos constata los enterramientos en torno a las mismas. La ubicación señala que los cadáveres se colocaban con la cabeza a occidente y los pies al este, siendo esto una peculiaridad más de los enterramientos cristianos, en función de la ciudad de Jerusalén (situada al Oriente)
Si observamos las tumbas detenidamente nos daremos cuenta de su sencillez lo que puede determinar que los usuarios eran gente llana y seguramente serian reutilizadas en el tiempo debido a que estamos hablando de una época de grandes beligerancias en donde muchos poblados eran itinerantes y se dedicaban primordialmente a la caza y a la ganadería.
Tengamos en cuenta, además, que al comienzo del medievo el rito fúnebre era muy austero y sencillo y a los muertos solamente se les dotaba de un sudario o túnica. No era costumbre dejar ofrendas funerarias. La tradición pagana de sepultar a los difuntos con sus objetos se abandonó aproximadamente en el siglo VIII, a medida que la conversión al cristianismo se fue implantando.
Es a partir del siglo XII cuando comienzan a enterrarse con algunos ajuares. Por los datos de que dispongo podemos saber que la edad media de vida de aquellos tiempos se situaba entre los 37 a 47 años en los hombres y un poco mas corta en las hembras. Por el tamaño de las tumbas la estatura media no sobrepasaba el 1,60 – 1,65 metros.
Existen dudas razonables acerca de si los enterramientos son cristianos o pudieran tratarse de enterramientos islámicos. Al no disponer de restos, imagino que no han podido llevarse a cabo estudios al respecto, ya que la disposición de los cadáveres es un dato de suma importancia a la hora de determinar la autoría. De cubito lateral era la forma de enterramiento musulmán y la de cubito supino era la cristiana. Fuentes arqueológicas y pictóricas apuntan a que las mujeres eran las responsables de preparar al difunto para el entierro. Las mujeres en la Edad Media se enfrentaban a la muerte con mucha frecuencia. La sepultura era una expresión valiosa de afirmación femenina a través de la cual las mujeres del medievo podían seguir cuidando de sus seres queridos, no solo al nacer y durante la vida, sino también al morir. Las mujeres en la Edad Media se enfrentaban diariamente a la elevada mortandad infantil.
La mortalidad infantil se situaba en torno al 50% aunque es escasa la representación de recién nacidos y criaturas en las excavaciones de cementerios medievales, aunque es la única categoría de sepultura medieval que esta caracterizada por una posición especial del cuerpo. La posición normal en los adultos era boca arriba con el cuerpo estirado, mientras que a las criaturas los colocaban normalmente de lado, en la posición natural de dormir.
Según las creencias cristianas medievales, los muertos continuaban existiendo después de que el cuerpo hubiera expirado. Desde finales del siglo XII en adelante, la creencia religiosa en el Purgatorio tuvo profundas implicaciones sociales y económicas entre los vivos y los muertos.
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