La actividad trashumante es probablemente tan antigua como los propios pueblos montañeses y ha llegado casi sin modificaciones apreciables hasta los albores de nuestros días. Su larga persistencia se ha basado en dos hechos fundamentales: la existencia de extensos pastizales y de un colectivo humano que pronto se especializaría en el pastoreo cíclico. La resolución neolítica del VII a.C. pasa por ser la causante directa de la sedentarización del hombre primitivo, cuya economía pasaría a basarla en la agricultura y la ganadería y la sociedad tribal a estratificarse en clases y jerarquías. Desaparecieron así buena parte de los nómadas y cazadores y con ello la inseguridad en la búsqueda del sustento material y la incertidumbre de la vida.
Los grandes contrastes existentes dentro de la Península Ibérica en altitud, clima y suelo unidos a la disponibilidad de amplias superficies de pastos propiciaron desde tiempos remotos, el aprovechamiento de los recursos complementarios, a veces muy distantes entre si, mediante la ganadería trashumante.
Las cañadas nacieron para canalizar los movimientos de ganado entre las zonas montañosas (agostaderos) y las más bajas o extremos (invernaderos). Su primera referencia escrita se remonta a los siglos VI y VII aunque con toda seguridad ya existían antes. Su importancia fue en aumento acorde con el desarrollo de la ganadería.
En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio creó el Honrado Concejo de la Mesta, que protegía y regulaba la actividad ganadera. El papel que jugo la Mesta en la sociedad medieval fue sin duda de primer orden. La asociación velaba por los intereses de todos los trashumantes y mediaba ante la Monarquía en los conflictos que se planteaban. El papel de la Hermandad se vio reforzada por el impulso que los sucesivos monarcas dieron al comercio lanar. Con los Reyes Católicos se abolieron los arbitrios y peajes que encarecían los desplazamientos de las reses y se reglamentó el cobro del servicio y montazgo en los puertos reales.
Las rutas de la trashumancia aprovechaban los mejores pasos naturales (puertos de montaña, vados, puentes, etc…) Para atravesarlos debían tributar peajes de portazgos, pontazgos, barcas, al igual que hacían otros sectores con quienes mantuvieron a veces ciertas tensiones, como los arrieros y carreteros, acogidos a la institución de la Cabaña Real de Carreteros, que gozó también de exenciones y privilegios reales.
La Cañada Leonesa Occidental, en sus inicios, recoge principalmente los ganados de los puertos situados en la cuenca alta de los ríos Bernesga y Torio en la montaña central. Los diferentes cordeles y veredas que la forman se dirigen hacia la ciudad de León, la bordean y se unen en Puente Castro antes de cruzar el Torio. Continúa por el puente Villarente, donde se le une una importante cañada procedente de Valdelugueros y Puebla de Lillo que desciende por La Vecilla. Continúa por Mayorga de Campos, donde se une otro cordel procedente de las montañas de Riaño, Medina de Rioseco, Tordesillas, donde cruza el Duero, Medina del Campo y Arévalo.
Cruza, a continuación, la sierra de Gredos por los puertos de Menga y El Pico y desciende hacia el valle del Tietar y Navalmoral de la Mata, por El Barranco de las Cinco Villas, para cruzar el Tajo por el puente de Almaraz. Atraviesa el puerto de Miravete y, ya en Trujillo, se le incorpora la cañada Vizana. Después de cruzar el río Guadiana en Medellín, muere en las proximidades de Segura de León en la provincia de Badajoz.
Brevemente detallaremos su paso por El Barranco:
Desde lo alto del puerto del Pico, donde existe un amplio descansadero y fuentes, los pastores tienen una excepcional visión sobre El Barranco de las cinco Villas, el valle del Tietar y las extensas llanuras abulenses y toledanas. Los rebaños de ovejas y las vacas avileñas que en gran número utilizan anualmente esta ruta, desciende por la antigua calzada romana, bien conservada, con un trazado único por su belleza y singularidad. Fue un camino romano de segundo orden, diseñado probablemente sobre una ruta ibérica. Debieron utilizarla las legiones romanas en sus luchas contra las tribus celtas – vetonas y lusas- que habitaron estos lugares. En el descenso cruza por dos veces la carretera que hace amplias curvas y, la segunda vez, deja a la derecha la Venta Granizo o Gorronal, hoy convertida en vivienda, donde existe un descansadero que las vacas avileñas aun utilizan para hacer noche o coger fuerzas para la brusca subida.
La Cañada Leonesa Occidental, en su descenso, bordea el pueblo de Cuevas del Valle, pasa junto al rollo o picota y al lado de las ermitas de San Antonio y de Nuestra Señora de las Angustias. Gira a la derecha, cruza el Pontón sobre el arroyo y desciende hacia el cementerio para enlazar con la carretera. Continua un tramo por ella y se desvía a la izquierda para bordear la Villa de Mombeltrán, esta vez por el este, por la parte baja, en las proximidades del río, entre huertos y prados. Por encima del cordel destaca la estampa vigilante de la fortaleza medieval de los duques de Alburquerque. Pasa el puente Sequeros y sale de nuevo a la carretera junto a la desviación a Santa Cruz del Valle. Sigue un tramo por ella, pasando junto a las ruinas de la parroquia del despoblado de Arroyo-castano, el cual tuvo una gran relevancia cuando en 1465 el rey Enrique IV traslado los derechos de montazgo a este lugar procedente de Ramacastañas para beneficiar a su valido D. Beltrán de la Cueva. Arroyo-castaño llego a contar con una población de 31 vecinos. Seguidamente se desvía a la izquierda para descender hacia Ramacastañas por la margen derecha del río Ramacastañas o Prado Latorre que no es otro que la garganta del puerto. Los trashumantes suelen pernoctar en el lugar llamado Prados Abiertos. En Ramacastañas los rebaños suelen abrevar y descansan en las amplias praderas de sus márgenes. En este brusco descenso, desde el puerto del Pico hasta Ramacastañas (desde el puerto del Pico hasta Cuevas del Valle se descienden 800 m.) los pastores observan el cambio radical que se produce en el clima y vegetación respecto al otro lado de la sierra. Atrás quedan las sierras, el frío y los terrenos pobres. Después prosiguen su camino hacia tierras toledanas y extremeñas.
Los grandes contrastes existentes dentro de la Península Ibérica en altitud, clima y suelo unidos a la disponibilidad de amplias superficies de pastos propiciaron desde tiempos remotos, el aprovechamiento de los recursos complementarios, a veces muy distantes entre si, mediante la ganadería trashumante.
Las cañadas nacieron para canalizar los movimientos de ganado entre las zonas montañosas (agostaderos) y las más bajas o extremos (invernaderos). Su primera referencia escrita se remonta a los siglos VI y VII aunque con toda seguridad ya existían antes. Su importancia fue en aumento acorde con el desarrollo de la ganadería.
En el siglo XIII, Alfonso X el Sabio creó el Honrado Concejo de la Mesta, que protegía y regulaba la actividad ganadera. El papel que jugo la Mesta en la sociedad medieval fue sin duda de primer orden. La asociación velaba por los intereses de todos los trashumantes y mediaba ante la Monarquía en los conflictos que se planteaban. El papel de la Hermandad se vio reforzada por el impulso que los sucesivos monarcas dieron al comercio lanar. Con los Reyes Católicos se abolieron los arbitrios y peajes que encarecían los desplazamientos de las reses y se reglamentó el cobro del servicio y montazgo en los puertos reales.
Las rutas de la trashumancia aprovechaban los mejores pasos naturales (puertos de montaña, vados, puentes, etc…) Para atravesarlos debían tributar peajes de portazgos, pontazgos, barcas, al igual que hacían otros sectores con quienes mantuvieron a veces ciertas tensiones, como los arrieros y carreteros, acogidos a la institución de la Cabaña Real de Carreteros, que gozó también de exenciones y privilegios reales.
La Cañada Leonesa Occidental, en sus inicios, recoge principalmente los ganados de los puertos situados en la cuenca alta de los ríos Bernesga y Torio en la montaña central. Los diferentes cordeles y veredas que la forman se dirigen hacia la ciudad de León, la bordean y se unen en Puente Castro antes de cruzar el Torio. Continúa por el puente Villarente, donde se le une una importante cañada procedente de Valdelugueros y Puebla de Lillo que desciende por La Vecilla. Continúa por Mayorga de Campos, donde se une otro cordel procedente de las montañas de Riaño, Medina de Rioseco, Tordesillas, donde cruza el Duero, Medina del Campo y Arévalo.
Cruza, a continuación, la sierra de Gredos por los puertos de Menga y El Pico y desciende hacia el valle del Tietar y Navalmoral de la Mata, por El Barranco de las Cinco Villas, para cruzar el Tajo por el puente de Almaraz. Atraviesa el puerto de Miravete y, ya en Trujillo, se le incorpora la cañada Vizana. Después de cruzar el río Guadiana en Medellín, muere en las proximidades de Segura de León en la provincia de Badajoz.
Brevemente detallaremos su paso por El Barranco:
Desde lo alto del puerto del Pico, donde existe un amplio descansadero y fuentes, los pastores tienen una excepcional visión sobre El Barranco de las cinco Villas, el valle del Tietar y las extensas llanuras abulenses y toledanas. Los rebaños de ovejas y las vacas avileñas que en gran número utilizan anualmente esta ruta, desciende por la antigua calzada romana, bien conservada, con un trazado único por su belleza y singularidad. Fue un camino romano de segundo orden, diseñado probablemente sobre una ruta ibérica. Debieron utilizarla las legiones romanas en sus luchas contra las tribus celtas – vetonas y lusas- que habitaron estos lugares. En el descenso cruza por dos veces la carretera que hace amplias curvas y, la segunda vez, deja a la derecha la Venta Granizo o Gorronal, hoy convertida en vivienda, donde existe un descansadero que las vacas avileñas aun utilizan para hacer noche o coger fuerzas para la brusca subida.
La Cañada Leonesa Occidental, en su descenso, bordea el pueblo de Cuevas del Valle, pasa junto al rollo o picota y al lado de las ermitas de San Antonio y de Nuestra Señora de las Angustias. Gira a la derecha, cruza el Pontón sobre el arroyo y desciende hacia el cementerio para enlazar con la carretera. Continua un tramo por ella y se desvía a la izquierda para bordear la Villa de Mombeltrán, esta vez por el este, por la parte baja, en las proximidades del río, entre huertos y prados. Por encima del cordel destaca la estampa vigilante de la fortaleza medieval de los duques de Alburquerque. Pasa el puente Sequeros y sale de nuevo a la carretera junto a la desviación a Santa Cruz del Valle. Sigue un tramo por ella, pasando junto a las ruinas de la parroquia del despoblado de Arroyo-castano, el cual tuvo una gran relevancia cuando en 1465 el rey Enrique IV traslado los derechos de montazgo a este lugar procedente de Ramacastañas para beneficiar a su valido D. Beltrán de la Cueva. Arroyo-castaño llego a contar con una población de 31 vecinos. Seguidamente se desvía a la izquierda para descender hacia Ramacastañas por la margen derecha del río Ramacastañas o Prado Latorre que no es otro que la garganta del puerto. Los trashumantes suelen pernoctar en el lugar llamado Prados Abiertos. En Ramacastañas los rebaños suelen abrevar y descansan en las amplias praderas de sus márgenes. En este brusco descenso, desde el puerto del Pico hasta Ramacastañas (desde el puerto del Pico hasta Cuevas del Valle se descienden 800 m.) los pastores observan el cambio radical que se produce en el clima y vegetación respecto al otro lado de la sierra. Atrás quedan las sierras, el frío y los terrenos pobres. Después prosiguen su camino hacia tierras toledanas y extremeñas.
1 comentario:
Hola, muy interesante esta entrada... fascinante. Esta Cañada pasa cerca de El Espinar, por el Campo Azálvaro, cruza el río Voltoya por el puente de las Merinas, un lugar lleno de nostalgia y en el que si pones atención pueden llegar los sonidos de los antiguos rebaños (en sentido figurado...)Un saludo
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